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Summary: Desde Equidad para la Infancia América Latina queremos posicionar el debate sobre la participación infantil y su capacidad como herramienta de transformación en procesos e iniciativas locales, identificando los desafíos que el contexto actual presenta para su consolidación y desarrollo futuro.
En América Latina cada vez es más frecuente la consolidación de procesos locales de construcción y formulación de políticas públicas en los que por un lado, se contempla como protagonistas a los propios destinatarios, considerándolos conocedores válidos de su realidad y con la capacidad de transformarla; y por otro, se toman al territorio y a la comunidad como unidades de análisis y de intervención. En este marco, surgen interesantes iniciativas que plantean colocar a la infancia como medida para evaluar el desarrollo y la calidad de vida de una localidad.[2] Desde hace más de 15 años se desarrollan distintas experiencias de planificación y gestión de las zonas urbanas en las que se invita a niños/as y adolescentes a participar de diversas maneras, en los procesos de toma decisiones. Niños, niñas y adolescentes hablan de las ciudades donde viven y comparten su opinión frente a temas como seguridad, calidad del aire, espacios para el juego, caminos seguros para la escuela, entre otros aspectos centrales para la percepción de su entorno. Esto cobra vital importancia, si tenemos en cuenta que la mayoría de los niños viven en ciudades y con estas iniciativas son reconocidos/as como actores válidos en los procesos de planificación.[3] Estas iniciativas plantean posicionar la voz de los/as niños/as como eje central de acción, y el reconocimiento de ellos/as como actores de su construcción y no sólo como receptores de las políticas públicas. Es decir, sujetos que, como cualquier otro ciudadano, pueden hablar de cómo las ciudades les afectan y manifestar su posición sobre esta afectación. De tal forma, se considera a los niños y niñas como sujetos claves del desarrollo local, entendiendo que sus derechos aglutinan intereses y necesidades de toda la comunidad y expresan prioridades que deberían guiar la política pública. Como señalara Tonucci, se torna necesario asumir a los niños como “indicadores ambientales” para evaluar la calidad de vida de una ciudad: “si una ciudad es vivible, segura y respetuosa para los niños, lo será para todos los ciudadanos”.[4] Sin desconocer la importancia de que la participación infantil haya sido sancionada en el artículo 12 de la Convención de los Derechos del Niño, es necesario abordarla más allá de su dimensión normativa, y asumirla como una práctica cotidiana situada en contextos conflictivos. Una práctica que interpela a los adultos y a las instituciones en las que acontece, generando tensiones y disputas. En efecto, es necesario incorporar activamente una reflexión sobre tales tensiones, y sobre los usos y manipulaciones que hacemos los adultos ante la participación de niños y niñas en estos procesos. Por otro lado, aunque proponemos una mirada local, nos parece fundamental llamar la atención sobre las relaciones existentes con los ámbitos globales y nacionales. Es decir, no podemos pasar por alto las condiciones estructurales en que viven niños y niñas –por ejemplo en contextos de exclusión y desigualdad- y cómo estas condiciones afectan sus formas de vivir la infancia, y por ende, las maneras de participar en la vida pública. Asimismo, no podemos desconocer los efectos negativos que se han señalado respecto de los procesos de descentralización y desconcentración[6]. En muchos casos, antes que lograr una mayor cercanía de las definiciones políticas a las necesidades de los sujetos, se señalan procesos de rigidización y aumento del control sobre las familias de sectores populares. Finalmente, si bien las voces de niños, niñas y adolescentes tienen que estar presentes en las instancias de planificación local, habría que considerar que sus necesidades y demandas son constituidas en procesos relacionales, en los que sus contextos de vida convergen. De este modo, es necesario superar la tendencia de visibilizar las necesidades e intereses de niños y niñas –particularmente de sectores más vulnerables- de manera aislada respecto de las necesidades e intereses de sus familias. Como sabemos a partir de los distintos enfoques de ciudadanías diferenciadas, si no se considera la desigualdad a la hora de establecer las condiciones y posibilidades para la participación, esta misma desigualdad establecerá condiciones para que ciertas voces subordinadas sean silenciadas frente a otras dominantes. Desde el punto de vista de Equidad para la Infancia América Latina, resaltamos la necesidad de incorporar la reflexión sobre los efectos de las desigualdades y la inequidad en los procesos participativos, como desafío que debería guiar los debates hacia el futuro. [1] Tonucci, Francesco (2006) La ciudad de los niños. ¿Por qué necesitamos de los niños para salvar las ciudades? [6] UAM (2012) Los efectos de la crisis globalizada en los procesos de exclusión social de la infancia y juventud latinoamericana y del Caribe.