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[27 de enero de 2015] - Niños de la guerra, publicada en Novaya Gazeta por el periodista Yan Shenkman, pone rostro a la tragedia de los niños que viven en refugios. Los niños no salen, no respiran aire fresco y por supuesto, tampoco van a la escuela.
En el este de Ucrania se libra una guerra silenciada desde hace nueve mes. Un conflicto armado que enfrenta al ejército ucraniano contra los separatistas en las regiones de Donetsk, Lugansk y Donbass, situadas al este del país. Al igual que ocurre en otros conflictos, la población civil es la más afectada por el cruce de fuego, explosiones y bombardeos que han destruido poblaciones enteras y echado a cientos de miles de personas de sus hogares. El conflicto en Ucrania ha dejado cerca de un millón de personas desplazadas y unos 600.000 refugiados, de acuerdo a un informe de la ONU, que advierte de que un millón de niños los que viven atrapados en refugios antiaéreos en Donetsk. La serie Niños de la guerra publicada en Novaya Gazeta por el periodista Yan Shenkman pone rostro a la tragedia de los niños y jóvenes que viven en refugios en el este de Ucrania.
Alyona, de 13 años y su familia, vivían en Peski, una aldea cercana a Donetsk, hasta que los bombardeos redujeron todo a escombros y tuvieron que huir y abandonar su hogar. Desde entonces viven en un refugio para desplazados internos en Donetsk. “Cuando era pequeña quería ser veterinaria. Pero ahora, tengo miedo a la sangre, mucho miedo. Con esta guerra, no tengo ni idea de lo que voy a ser”, explica a Yan Shenkman, autor de Niños de guerra. Cuando le preguntan si huiría a Rusia, la pequeña responde que hubo un tiempo en que ella y su familia pensaron en cruzar la frontera. Ya no. “Pensamos en irnos, pero luego se recrudecieron los bombardeos y esperamos...hasta hoy. Ahora, mi madre se pregunta, ¿para qué vamos a ir? ¿Qué haremos allí? En el refugio, al menos conocemos a gente."
En los refugios antiaéreos, el aire es húmedo y hay moho en las paredes. El moho se incrusta en los muros y, poco a poco y desde dentro, destruye la estructura del refugio. Según la periodista Yulia Malkina, que ha visitado uno de ellos, una hilera de camas amontonadas es el único abrigo para familias desesperadas. Viven en la oscuridad, con bombillas que cuelgan del techo. Desperdicios, alimentos y residuos se mezclan con fotos, los únicos recuerdos de su otra vida destruída por los bombardeos. Sin aseo, ni cocina...bajo la tierra.
Nikita tiene sólo siete años y su último cumple lo celebró en un refugio en el este de Ucrania. “Tomamos un pastel de cumpleaños, aunque realmente no lo era. Mi padre echó una mermelada sobre un pedazo de pan y soplé las velas”. Su desgarrador testimonio es una muestra de la esperanza que, a pesar del sufrimiento, mantienen los niños que viven en los refugios. Malkina asegura que los niños atrapados en los refugios no salen, no respiran aire fresco y por supuesto, tampoco van a clase.
Anastasia, con sólo 11 años recuerda la brutalidad de la guerra que le ha robado la inocencia. “A mi mejor amiga, Sasha, la mataron. Viajaban en un coche cuando unas milicias salieron de un autobús y empezaron a disparar. Le dispararon en la cabeza y murió”, recuerda la joven y continúa, “cuando bombardearon nuestra casa, no había ningún refugio alrededor. Estuvimos 24 horas en el sótano, pasando frío y rodeados de ratas”, describe horrorizada.
Lisa con sólo ocho años sabe lo que es escapar de los bombardeos. “Mi único sueño es que esta guerra llega a su fin”, explica a Novaya Gazeta la pequeña que se encuentra sola. Los bombardeos destruyeron su casa y ya no tiene nada. A la única persona que recuerda es a su abuela, que se negó a abandonar su apartamento y desconoce si aún sigue viva.